Ya sea por deseos que no pudieron concretar cuando jóvenes o por intentar marcarles el "camino correcto", los mayores de la familia generan interferencias y confusiones. Consejos para ayudar sin invadir
La conocida obra del escritor Florencio Sánchez M'hijo el Dotor fue estrenada en los escenarios porteños en 1903; pero, más de un siglo después, sigue vigente."En realidad los padres actúan en la mayoría de los casos, con buenas intenciones, porque creen 'conocer' a sus hijos mejor que lo que ellos mismos se conocen. Sin embargo, casi siempre se olvidan de dialogar con ellos", advierte Pablo Nachtigall, psicólogo clínico.
Según el especialista, en un nivel inconsciente, tienden a creer que sus hijos siguen siendo niños y que ellos deben "direccionarlos". El principal problema, entonces, es que no tienen en cuenta que los adolescentes son pequeños adultos que piden ser tratados con respeto y madurez, a la vez que con límites claros e información que los ayude a tomar decisiones, como la que implica su orientación vocacional.
Nachtigall cree que también existe "el temor a que los hijos cometan equivocaciones, y eso lleva a algunos padres a comportarse en forma autoritaria". Por ese motivo, aconseja acompañar a los jóvenes mientras se informan acerca de las diferentes carreras disponibles y apoyándolos a que se conecten con lo que realmente quieren.
En vez de intentar controlarlos desde el deseo parental, el psicólogo cree que "es mucho mejor estimularlos a que investiguen exhaustivamente aquellas posibles alternativas de estudio que se ajustan a las motivaciones de sus hijos".
Conflicto en puerta
¿Por qué este es un conflicto tan común entre padres e hijos adolescentes? Según Nachtigall "algunos padres no han podido seguir una carrera universitaria y creen que a través de sus hijos podrán realizarse ellos mismos, accediendo a cierto status social", explica.
Otros, que son profesionales, consideran que su hijo será valioso ante sus ojos sólo si estudia y continúa el legado familiar. "Algunos padres no tienen en cuenta los deseos de sus hijos, sólo están enfocados en los propios, convirtiendo a estos en extensiones de sus anhelos insatisfechos. Y el resultado siempre es el mismo: jóvenes que se sienten solos e incomprendidos, lo cual termina dañando el vínculo de toda la familia", señala el especialista.
No seguir los propios deseos y ser "demasiado obediente" con los padres, trae consecuencias nefastas. Los hijos, suelen sentir –independientemente de si logran un buen pasar económico o no- que no han sido tratados con respeto y experimentan fuertes resentimientos. Es más, "en el futuro, pueden terminar descargándose en su nueva familia, en adicciones o conductas nocivas hacia sí mismos o quienes los rodean", sostiene Nachtigall.
También a corto plazo, ya se empiezan a ver los síntomas del fracaso. Es muy frecuente el abandono a mitad de la carrera o incluso cuando restan pocas materias, hay señales de descontento, irritación y depresión. Y este malestar se extiende a las relaciones de amistad y de pareja.
En muchos casos, lamentablemente, las buenas intenciones no se corresponden con los resultados. La intervención excesiva, lejos de ser apreciada, se paga con reproches. Por eso, el desafío consiste en acompañar, pero sin tomar decisiones por otro, ya que adentrarse en terrenos privados suele traer resquemores que no son fáciles de subsanar.
1 comentario:
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