Dentro del diccionario del fitness, existen dos términos que se escuchan con frecuencia. “aeróbico” y “anaeróbico”. ¿Qué los diferencia?
Cuando el oxígeno participa en la creación de energía, se dice que estamos entrenando de manera aeróbica. La rutina se caracteriza por ser de larga duración y de una intensidad que va de baja a media. Correr, caminar o andar en bicicleta son algunos ejemplos.
Este tipo es el indicado si lo que perseguimos es bajar o mantenernos en un peso dado que la quema de grasa es mayor ya que nos sirve de combustible cuando el ejercicio es de un tiempo prolongado. Recuerde que el período oxidativo no comienza hasta pasados los 30 o 40 minutos. Antes, sólo estamos quemando calorías y el peso que perdemos es a causa del sudor que recuperamos nuevamente al hidratarnos, pero sin duda uno de los beneficios más destacables que aporta es el trabajo del sistema cardiovascular.
En el caso de los ejercicios anaeróbicos, es la glucosa la encargada de proveer la energía en lugar del oxígeno. Se realiza mediante movimientos de corta duración pero de un gran esfuerzo como cuando se entrena en la sala de musculación o se realizan carreras a máxima velocidad o los sprints en el spinning. En el ámbito de la salud – más que en el de la estética – es donde interviene mayoritariamente este tipo de entrenamiento. Realizando correctamente cada serie, nos aseguramos de tonificar los músculos y mejorar las articulaciones.
Existen estudios que indican que con una rutina anaeróbico también se puede perder peso. Si bien es cierto que no se queman grasas durante su ejecución, sí activa el metabolismo que permanece gastando energías por más tiempo.
Elegir uno u otro depende de nuestra meta. De todos modos, lo ideal es complementarlos: bajar o mantener un peso saludable y al mismo tiempo adquirir tono muscular. Tenga en cuenta consultar con su entrenador para que diseñe una rutina que se ajuste a sus posibilidades y capacidad.
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