jueves, 1 de noviembre de 2007

Laura Bush

EL LADO OPUESTO DEL HURACÁN HILLARY

A la futura primera dama de Estados Unidos, de personalidad más bien tímida, le desagrada el ajetreo de la vida pública. Estilo bastante diferente al de la mujer de Bill Clinton, quien como un torbellino cambió la forma de hacer política desde la Casa Blanca.
Hace siete años, cuando Hillary Rodman Clinton llegó a Washington a habitar la Casa Blanca, venía precedida de un importante prestigio como abogada. Ella fue pieza clave para que Bill Clinton resultara electo en la campaña de 1992. De hecho, su primera labor fue fomentar un ambicioso plan de seguro social. Su personalidad indiscutiblemente influyó en la forma de hacer política desde la casa presidencial. Nadie, ni por un minuto, dudó del protagónico rol que cumpliría esta inteligente, talentosa y ambiciosa mujer en la arena política.


Su sucesora, Laura Bush, quien el próximo sábado ocupará las dependencias de Pensilvania 1600, parece ser la antítesis de Hillary: no le gusta la política y anunció que su trabajo no irá más allá de apoyar a su marido sin ningún afán de figuración, igual como lo hizo su suegra, Bárbara Bush. No le agrada dar entrevistas y se sabe que en un principio se opuso a la candidatura presidencial de George W. Bush. En el recuerdo de los electores quedó el eslogan de los Clinton, que decía "dos por uno".

Laura Bush nunca aspiró a ser primera dama, es intensamente reservada y le gusta pasar el tiempo con sus gemelas de 18 años, Jenna, quien ha sido catalogada como la hija rebelde, y Barbara, la estudiante modelo. Es más, ellas no vivirán en la Casa Blanca y se mantendrán al margen del circuito político. De estilo retraído y amante de la lectura, Laura durante 10 años ejerció como profesora y bibliotecaria en una escuela básica. En materia política se conoce su oposición a la pena de muerte y su aprobación del aborto. En una ocasión, un grupo de periodistas le preguntó su opinión acerca de la pena de muerte, a lo que respondió que si tenía una idea contraria a su marido, jamás la diría, y menos a ellos.

A los tres meses de conocer a George W. Bush se casó con él, hace 23 años. Como dice su marido, "la mejor decisión que he tomado en mi vida fue pedirle a Laura que se casara conmigo. No estoy seguro de que la mejor decisión que ella haya tomado fue decirme sí, pero por suerte lo hizo".

La principal preocupación de la señora Bush es la alfabetización, tarea que se impuso también como primera dama del estado de Texas cuando su marido era gobernador. Esta y las artes serán sus prioridades durante el gobierno futuro.

En una entrevista realizada por la prestigiosa presentadora Barbara Walters, Laura señaló que "nosotros hablamos de muchas cosas, no le doy muchos consejos y creo que él (George) tampoco necesita de ellos".
Así, muy diferente al estilo que impuso Hillary, que trabajó codo a codo con Bill, la futura primera dama, al parecer, tendrá un papel más bien decorativo en las materias políticas. Su antecesora fue fuerte, incluso antes de terminar su período como primera dama se convirtió en senadora, se mudó a otra ciudad, a otra casa y tiene una carrera que distancia mucho de ser la sombra de su marido. Más bien, al terminar el período presidencial será Clinton quien la acompañe.

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