El comienzo de la temporada de verano provoca una dualidad: mientras mucha gente se embarca, con marcada ansiedad, en las llamadas "dietas shock" que prometen, por ejemplo, bajar 10 kilos en 12 semanas; otros comienzan a relajarse aprovechando los fines de semana al aire libre, los festejos de fin de año y las vacaciones.
Es en esas ocasiones cuando se producen los "atracones", es decir la ingesta exagerada de alimentos que representa el fin de la dieta y la necesidad de comenzar, al otro día, todo de nuevo.
Pero el principal problema es que al ganar uno o dos kilos, las esperanzas de bajar de peso se desvanecen y es difícil retomar la línea de conducta que se tenía antes del "paso en falso".
De acuerdo con los especialistas, ingresar en un círculo vicioso de restricción y exceso es un riesgo, porque generar cambios bruscos de conducta complica la reinserción en la rutina habitual de dieta y ejercicios.
En este sentido, el doctor Daniel De Girolami, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), expresó a Pro-Salud News: "La dificultad para retomar el ritmo de la dieta no es una cuestión que se pueda generalizar, principalmente porque debemos tener en cuenta que no hay una condición metabólica ni fisiológica que impida que una persona esté haciendo dieta tenga uno o varios días de descanso, y vuelva a su ritmo".
"Por eso, las razones de la dificultad para volver al ritmo de dieta son sociales, anímicas o afectivas y tienen que ver con cada persona", detalló el doctor De Girolami.
No debemos olvidar que el inicio de una dieta que, por supuesto, debe ser equilibrada, respetar las cuatro comidas y las dos infusiones, y combinar todo tipo de alimentos, es un acto en el cual la fuerza de voluntad y la permanencia son cuestiones fundamentales.
Frente a esto hay otro gran enemigo, el estrés. Esta condición, que los especialistas relacionan íntimamente con la posibilidad de caer en atracones, atenta contra la salud en general y provoca, cuando la persona que la padece se encuentra en un plan alimentario específico, una marcada sensación de insatisfacción debido a la combinación de privaciones, alimentos particularmente tentadores y la necesidad de lograr resultados, sobre todo cuando los tiempos apremian.
"El estrés, que condiciona negativamente una gran cantidad de afecciones, influye agravando o desencadenando situaciones para las que la persona está predispuesta. Actualmente es bastante frecuente el desarrollo de un desbarajuste entre el factor genético -que regula la sensación de hambre- y la oferta de comida", señaló el doctor Alberto Cormillot, médico nutricionista, titular de la Clínica de Nutrición y Salud que lleva su nombre.
Con respecto a la relación entre el estrés y los atracones, el especialista consignó: "Eso depende de cada persona, de cómo se maneja en general y, puntualmente, de la forma en la que encara su dieta. La cuestión es hasta dónde llegan los pensamientos limitadores, porque si alguien que está haciendo un régimen se permite una licencia, tal vez puede llegar a evitar caer en esa cadena imparable de atracones muy típica de las dietas estrictas. Por eso es importante evitar ese tipo de soluciones y recurrir a procedimientos más reales y posibles de realizar".
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